Sin la garantía vitalicia de que me vas a amar de por vida y con un papel firmado, de que tienes el único y gran poder de la permanencia, no me atrevo a darte amor.
Te doy mi placer condicionado a la negación de tú instinto, te manipulo con mi sexualidad si me juras que me perteneces. Sólo bajo esa garantía me entrego a medias al Amor; sólo así me atrevo a saltar a la vida; eso si con “llantita” para no ahogarme, por favor… es tanto mi miedo a morir que mejor vivo muerto y así me acostumbro, nada pasa, todo es gris, rutinario, monótono.
Me abrazo a mi almohada que desde hace algunas décadas huele al conocido y familiar buqué del aburrimiento. ¡La vida es amenazante! te regala el sabor de la sorpresa y el dolor te enseña el agradecimiento de la no garantía.
Te da amores furtivos, prohibidos, jugosos… de esos que en el último instante te regalan la pulpa del momento presente; olores hipnotizantes, locuras revolucionarias y piernas mojadas.
Prefiero recargarme en los horarios en vez de comer con hambre, elijo pagar un seguro de vida que viajar en el viaje. Mejor con “cuidadito”, sin decir lo que siento, agradando al vecino, mejor pretendiendo que nada pasa y que el sistema funciona.
Mejor finjo los orgasmos y te soy fiel, así me voy al cielo; y en mi velorio me llevo el galardón a la “¡Que buena era!… Mejor así, no vaya ser que me vaya a morir y me duela.
Mejor te dejo esta carta.
Atte: Tú miedo.
Amapola
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